martes, 20 de mayo de 2014

Cruzada

Me he convertido en uno de ellos. Igual que los ex fumadores que odian el tabaco. Los padres primerizos que de pronto son expertos en lactancia. Los que abrazaron el reiki y todo el rato te quieren limpiar el aura: hazte así en el hombro, que tienes el karma desalineado. Yo también tengo mi propia cruzada. No soporto ver tensión en las parejas.

Todos hemos desarrollado cierta tolerancia a la tensión en algún momento, bien por el enloquecimiento de las hormonas de la adolescencia o por que, admitámoslo, tu relación era tóxica. El caso es que verte discutir, criticar a tu pareja o siquiera entornar los ojos en su presencia -y en la mía- me producen el mismo efecto que arañar una pizarra.

No tiene por qué ser así (aquí viene mi parte reiki de autoayuda). Como decía Rachel: "No es tan común, no le pasa a todo el mundo y sí es un problema" (traducción libérrima y descontextualizada para servir a mis propósitos).

Y aunque no tengo los ingredientes para la poción que te libre de toda bronca, sí te dire que los he visto: a los que se llevan bien de verdad. Parejas que se entienden y no saltan a la mínima, aunque lleven la torta de años mirándose en los mismos ojos. No se echan en cara sus días malos ni a quién le toca hacer la compra. Si el niño no quiere hacer los deberes no dicen en voz alta a quién habrá salido. Existen. Están en el autobús y en la terraza del bar de tapas. No son perfectos pero se respetan y saben de la vida mucho más que yo. O al menos fueron a clase cuando tocaba.

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