miércoles, 19 de marzo de 2014

Ceniceros de plastilina

Dos minutos pasan del Día del Padre. Jamás lo he celebrado. Alguna vez haría un cenicero de plastilina o un dibujo con pinceles, pero no recuerdo nada. Como hija, nada. Pasaron los años y nada. Menos todavía. A mi padre le daba lo mismo. El tampoco lo había celebrado nunca. No voluntariamente, imagino.

Y sí, claro que estos días existen porque existe El Corte Inglés, o Amazon o los reciclajes de spots navideños de 30 segundos de Dior Homme, pero aparte de eso nadie hace nada. Como mucho te curras un dibujo con pinceles en los primeros años de tu vida, te emocionas. Cuando creces, todo lo más es que el día señalado caiga en fin de semana y entonces toda la familia sale a comer.

Sin embargo basta con que tu padre no esté para que te acuerdes de la anatomía del calendario y seas consciente de cada una de las horas que conforman el Día del Padre. Y ya no quieres saber nada de este día. Y quieres hacer fast forward apretando los dientes. Porque esto no es como Navidad, que aunque no te guste sabes que tiene un punto para mucha gente. Esto es porque sí. Y a ti te parece que no. Porque hace mucho tiempo que ni tú ni él tenéis edad para ceniceros de plastilina. 

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