martes, 20 de mayo de 2014

Cruzada

Me he convertido en uno de ellos. Igual que los ex fumadores que odian el tabaco. Los padres primerizos que de pronto son expertos en lactancia. Los que abrazaron el reiki y todo el rato te quieren limpiar el aura: hazte así en el hombro, que tienes el karma desalineado. Yo también tengo mi propia cruzada. No soporto ver tensión en las parejas.

Todos hemos desarrollado cierta tolerancia a la tensión en algún momento, bien por el enloquecimiento de las hormonas de la adolescencia o por que, admitámoslo, tu relación era tóxica. El caso es que verte discutir, criticar a tu pareja o siquiera entornar los ojos en su presencia -y en la mía- me producen el mismo efecto que arañar una pizarra.

No tiene por qué ser así (aquí viene mi parte reiki de autoayuda). Como decía Rachel: "No es tan común, no le pasa a todo el mundo y sí es un problema" (traducción libérrima y descontextualizada para servir a mis propósitos).

Y aunque no tengo los ingredientes para la poción que te libre de toda bronca, sí te dire que los he visto: a los que se llevan bien de verdad. Parejas que se entienden y no saltan a la mínima, aunque lleven la torta de años mirándose en los mismos ojos. No se echan en cara sus días malos ni a quién le toca hacer la compra. Si el niño no quiere hacer los deberes no dicen en voz alta a quién habrá salido. Existen. Están en el autobús y en la terraza del bar de tapas. No son perfectos pero se respetan y saben de la vida mucho más que yo. O al menos fueron a clase cuando tocaba.

lunes, 12 de mayo de 2014

El archivador de acordeón

Después de tantas mudanzas (más de 10) acumulo menos cosas, pero da igual, en esta ecuación, menos también es sinónimo de una montaña abrumadora cuando toca hacer limpieza. Me he asomado tímidamente a los papeles, después con más seguridad y finalmente la pila de Tirar era tres veces más grande que la de Guardar.

Después de tantas mudanzas una se aferra menos a lo que en un tiempo resultó un tesoro y aún así hoy tenía delante muchos recortes, facturas, fotografías, entradas y páginas escritas de hace 15 años. O 20. O 7. Da igual. Viejo, innecesario y ocupando un espacio precioso.

Lo he tirado casi todo. Incluso lo que aún valoro ha ido a parar a la bolsa del contenedor. La entrada del concierto de David Bowie (Glass Spider Tour). La carta que me escribió. La otra carta que me escribió. Felicitaciones varias. Nóminas impresas en papel continuo. Mi primer contrato en Efe. Doce teletipos. La factura del nokia. El certificado de autenticidad de aquel grabado que ya no está en mi pared. El fanzine con forma de single. No sé cuántos trabajos de la facultad. 
La esquela. El recorte de la noticia. Los contratos de alquiler de todas esas mudanzas. Y un croquis en una servilleta.

No he tardado mucho. Era sólo un archivador de acordeón. Lo he hecho deprisa y con determinación porque hacía falta y porque por lo visto con los años hago más caso a la responsabilidad. Lo he hecho con disciplina y con un látigo para no permitir una sola emoción en el proceso. Porque los objetos se convierten en natsukashii pero siguen sin ser imprescindibles. Y a mí la memoria no me falla aunque tenga una casa minimalista.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Luego no era







Hace poco estuve en un trozo de paraíso. Luego resultó que no era porque de toda la vida los paraísos no están en tu mismo país y porque no te traen recuerdos complicados como flores raras pero cuajadas de espinas. Estuve en un trozo de paraíso pero luego no era y tampoco pasa nada. 

Los paraísos pueden tener paisajes de postal y bichos del tamaño de tu cabeza. O bien huelen a papaya podrida. El hombre de tus sueños llega con sus propias maletas. O va siempre en chándal. La casa 10 tiene una humedad escondida. O no sabes cómo mantener limpias sus 18 ventanas. La chica perfecta de la tele, créeme, quiere cambiarte el sitio muchas veces. Los paraísos son más bonitos en foto pero siempre es mejor no quedarte con las ganas y descubrir sus imperfecciones.

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