martes, 8 de julio de 2014

La que cuenta las historias

Mi hermana me recomendó un día que tomara nota de todas las frases míticas que decía (y dice) mi hijo. Al principio yo sólo sonreía y contaba otra anécdota de él, que por aquel entonces igual tenía 3 años, pero mi hermana insistía de vez en cuando.

Hasta que le hice caso. Y ahora os lo propongo a vosotros, oh padres que pensáis que la gracia es demasiado épica para olvidarla. El tiempo pasa y la memoria se va al cuerno. Estas son algunas de las frases que apunté:
  • "Mamá, cierra la ventana que entra el invierno" (3 años)
  • "¿El lobo en Caperucita Roja termina con la barriga llena de piedras o eso es en Caperucita 2?" (4 años)
  • Yo: ¿La manzana del postre en el cole era roja o verde? Él: Me la pelan (5 años)
Y todo esto viene a cuento porque ayer me definieron como la narradora. En un grupo de amigos donde cada uno tiene un rol: la-que-vuelve-a-preguntar, el-que-se-ríe-todo-el-tiempo, el-que-prefiere-un-grupo-más-pequeño, resulta que yo soy la-que-cuenta-las-historias.

No sé como tomármelo. En mi casa siempre se han contado historias. Y en la tuya, supongo. Algunas serpentean como telenovelas y otras son colecciones de tuits.  Y algunas, casi todas las que se cuentan por escrito, empiezan porque en su momento tomaste una nota.

martes, 1 de julio de 2014

Correr de puntillas

Lanzas la pelota como una niña. O peor "como una nenaza". El niño del parque sonríe cohibido a su padre y se agarra un poco más fuerte al balón. Oyes esta afirmación y miras a tu alrededor, a ver si es que te has vuelto invisible. Pero qué mas da que se te vea perfectamente. Quien lo ha dicho no se habrá detenido a pensar que te está ofendiendo. Tú eres una mujer, no una nenaza. Las nenazas son otra cosa. Material de desecho. Seres absurdos que cuando corren van de puntillas y cuando gritan sólo usan un registro.

Hago un comentario y de golpe la persona a mi lado imita mi voz, repitiendo lo que he dicho pero ocho octavas más alto. "Es que has sonado como una niña repipi". Porque esa es otra. Anda que no eres cursi, niña, con esos lazos en las coletas y ese nido de abeja en el vestido. Si serás repipi con tus muñecas vestidas de rosa. Con tus cuentos. Con tus historias de castillos.

Mi infancia fue más bien normal. Llevaba lazos en las coletas y tenía un chándal rosa/lila que si lo véis le acercais un mechero corriendo. Tenía una colección de barriguitas, nancys y barbies muy digna, que convivían en largos períodos de paz con los playmobil en un mundo de lego y piezas de madera. Cuando me enfadaba, me decían mandona mientras a los chavales les premiaban por "tener carácter". Cuando me manchaba las rodillas de barro mi abuela española arqueaba las cejas: tú eres una señorita, no te andes rebozando. 

Y de pronto descubrimos a Pippi. Se podía ser chica y a la vez aventurera, valiente, independiente y fuerte. Ella fue nuestra superheroina, ríete tú de Afrodita Pechos Fuera. Pero Pippi estaba sola en su categoría. El resto de referentes femeninos de mi generación televisiva eran como Candy Candy o Xuxa. Y no pasa nada, yo también soñaba con ser liviana y princesa y respirar purpurina las 24 horas. Pero si echaba a correr no lo hacía de puntillas. Y Pippi lanzaba la pelota bien fuerte y bien lejos. 


PD: Si quieres ver el vídeo con subtítulos pincha en el logo de YouTube del reproductor y actívalos (también puedes traducirlos).

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