domingo, 24 de mayo de 2015

Los ojos de papá

Hacia el final, mi padre parecía de derechas y del Madrid. Le musitaba frases al telediario sobre "los socialistas" y animaba a los jugadores blancos que cruzaban el césped en Telecinco. Él, que siempre fue atlético o agnóstico. Parecía otra persona, aunque yo no acertaba bien a adivinar los cambios exactos que le habían convertido en un extraño de aspecto quebradizo. En ese tiempo del final, le miraba a los ojos buscando la lasaña de recuerdos de mi infancia, de mi vida entera. La enfermedad le había desplazado muchas cosas por dentro pero en sus ojos siempre conseguí ver lo que buscaba.

Hoy hace tres años que no está. El camino hasta aquí ha sido el esperado. Intento pensar en lo que veía al asomarme a sus ojos en lugar de torturarme con los últimos meses y vuelvo al padre director de cine, al padre de los paseos en El Retiro, al de la misa diaria en el quiosco de la esquina para recoger la prensa y los miércoles, El Jueves. Le gustaba la tortilla de patatas con cebolla y leer a Umbral. Había pasado por todos los tonos de rojo de la izquierda y encontré entre sus papeles un viejo carné del partido comunista, con su estrellita y todo. Creo que lo tengo guardado todavía aunque cada vez estoy más convencida de que uno debe viajar ligero de equipaje y los recuerdos se doblan en la cabeza mejor que en el armario. Es que catorce mudanzas son muchas.

Esta mañana pienso en Joaquín y decido que los recuerdos son selectivos y que me niego a quedarme con aquella versión de mi padre marchito, que parecía de derechas y del Madrid. Esta mañana pienso en las salas de espera del hospital donde tuvimos que hacer un tiempo que no teníamos y pienso que ya está bien de colapsos, cutreríos y estafas en Sanidad. En Educación. En Vivienda. Pienso en el metro de Madrid y no quiero ser la abuela cebolleta que le cuente a los jóvenes que hubo un día en que esos trenes volaban de verdad y los andenes estaban impolutos. Pienso que hay que priorizar los recuerdos y también las emociones. Pienso que voy a salir a votar, con emoción por primera vez en muchos años y con las prioridades claras. Y vuelvo a pensar un momento en mi padre, en sus dedos largos y sus ojos brillantes, y le imagino sonriendo.

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