viernes, 8 de agosto de 2014

Infinitos

Hace menos de un mes que nos dejó una mujer infinita. Se llamaba Juby y era la mejor amiga de mi madre. Su hermana mayor adoptante, la primera amiga que le abrió los brazos recién aterrizada en el Madrid de los 60. Podría hablaros de mucho más. De lo lista que fue siempre, lo leal, lo graciosa. La vamos a echar de menos para siempre. Sobre todo mamá, claro. Perder a esta mujer infinita es decir adiós a una amistad que también ha sido infinita, como sólo algunas lo son.

Yo tengo amigas y amigos desperdigados por el mundo y por la memoria. Algunos se perdieron y volvieron, otros están lejos pero no importa. Las amistades infinitas no son las de facebook. Tienen un ancla que seguramente se remonta en el tiempo y sabes que da igual cómo zozobre la vida porque en ese barco vais los dos.

Sally está al otro lado del charco y hace años que no hablamos pero si mañana nos cruzamos dos mensajes todo será como aquel verano del 95. Emiliano sabía que se tenía que ir y acabó en Lima pero cuando cruzó la puerta de casa en Nochevieja se rió en la misma nota de siempre. Almudena puede entrar en una espiral de días sin noche en la redacción y dará lo mismo. Son anclas. Son amistades infinitas que no te puedes permitir perder y si se van, como en el caso de Juby, dejan un agujero que también será infinito. 

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